lunes, 15 de noviembre de 2010

Otro Estudio Abierto de Cine sin Autor. La prisión del dinero. La reacción entre el gentío.


Posiblemente muchos institutos y colegios harían otras cosas si tuvieran fondos con qué hacerlas. Se dice. Posiblemente muchos activistas y personas inquietas haríamos ciertas cosas organizadamente por los demás, si tuviéramos fondos con qué sostenerlas. Decimos.
Y así metidos en nuestros compartimentos estancos, se nos va el tiempo esperando las condiciones idóneas para poder desarrollar acciones que rompan la quietud de un estado de cosas paradójico donde todo es móvil y efímero en torno al dinero y donde todo es estático e inmodificable en torno al ordenamiento social que no responda a sus leyes. Funcionamiento esquizoide de lo monetario que impone pervertidas reglas a la convivencia social.
Esta semana dimos arranque al Estudio Abierto de Cine sin Autor en el Instituto de adultos CEPA Tetuán de Madrid. Le contamos y mostramos la idea a algo más de 50 alumnos y alumnas y dejamos la libertad de sumarse a la experiencia a quien quisiera. Se anotaron, en principio, 29. Trabajaremos un día a la semana.
El mérito mayor le corresponde a la dirección del Instituto y a su profesorado que nos contactó interesados por la experiencia que estamos desarrollando en la zona.
El instituto liberará a los alumnos y alumnas que quieren participar y serán evaluados de acuerdo al trabajo que desempeñen en nuestro Estudio Abierto como si hubieran asistido a la clase de tecnología.
Si ofreciéramos esta experiencia como una actividad que debe pagarse, no hubiéramos hecho nada e, incluso, posiblemente ni siquiera existiríamos. Si quitamos la mediación del dinero de la relación social, las cosas se mueven de otra manera, se producen otros encuentros.
La semana próxima estamos invitados a plantear la experiencia ante otros dos grupos de profesorado que vienen de Sevilla y Galdákano en el marco del proyecto ARCE: “Historias que hacen barrio” de la Secretaría de Estado de Educación y Formación Profesional en la que participa este Instituto ya que a estos centros podría interesarles la experiencia.
Puede crecer la demanda. Pero nuestra capacidad para responder a ella disminuye en la medida que esta crece.
En las últimas reuniones nuestro debate se ha sumergido en el agónico bucle de las financiaciones que permitan liberar tiempo para dedicarle a esta tarea toda la seriedad y seguimiento que merece.
Saltan entonces los diferentes tópicos. ¿Dinero público, dinero privado? Tal como están las cosas sabemos que para la mentalidad gubernamental los bancos son más dignos de apoyo antes que cualquier iniciativa de organización social, emprendimiento cultural o actividad educativa que se proponga. Las escasas subvenciones del dinero público son pequeñas partidas en las que el esfuerzo administrativo para alcanzarlo suma aún más trabajo. La irónica ayuda privada de entidades comerciales, bancarias, etc, tampoco es abundante y además de su propia burocracia, está cargada de toda esa amenaza de mercantilismo que parece devorarlo todo.
Y ahí vamos. A caer en el limbo de desechos que llaman subvenciones, ayudas. Prisión de la sostenibilidad donde se agotan muchas experiencias de cambio, de emprendimiento social, de nueva organización.
¡Desgastante pugatorio ¿no?!
Y si la labor social en si misma importa bien poco, imagine el lector o la lectora una labor cinematográfica que busca el beneficio social por encima de todo. Pues ¡sí que anima el panorama!
Por lo pronto el miércoles tendremos la segunda sesión. Con María, Erika, José, Alejandro, Daniel, Macarena y así hasta 29 nombres más con los que emprenderemos el viaje de un nuevo proceso fílmico de Cine sin Autor. Sacaremos las primeras fotografías, propondrán sus intereses temáticos, haremos las primeras grabaciones y empezaremos a pasar por el cuadro de la cámara en una nueva deriva colectiva.
Nunca antes nos habíamos visto. Esta vez ha sido el interés del Instituto el que nos ha puesto en un mismo camino.
Es lo que más nos anima contra la tediosa y acomplejada situación de quietud en la que “todo está en su sitio”.
Es nuestra forma de abrir grietas de encuentro, de desatar nudos de la trama social mercantil, de hacer que el cine construya espacios habitables y diferentes.
Llevamos tiempo diciendo que se deberían realizar películas en los diferentes centros u niveles de estudio para naturalizar y democratizar su saber y su hacer. Un cine que después de un siglo de edad ya puede ser algo más que un negocio estético o un entretenimiento lucrativo. Aquí nos ha llegado la segunda oportunidad.
Ignoramos el desarrollo que tendrá el proceso de este nuevo Estudio Abierto. En una primer sesión no somos más que un grupo de gente dispuesta a hacer un film. En la última reunión de planificación nos preguntábamos ¿en qué momento surge lo colectivo en un proceso de Cine sin Autor y cuándo es que la colectivización de las cosas que le suceden se convierte en obligación metodológica?
Como en cualquier proceso social. Ante la ausencia de compromiso mercantil como en el viejo cine, lo colectivo surge a lo largo de un tiempo de caminar y producir juntos, de conocernos, de perdurar, pero nunca al principio.
En estos procesos sinautorales todo es incertidumbre al comienzo. La estética, la temática, la duración, los escenarios, los personajes, la narrativa, todo irá apareciendo junto con la emergencia de las vivencias, el trabajo y las decisiones conjuntas.
Como el revelado de la fotografía que sabemos que está en el papel al sumergirse en los químicos pero que va apareciendo lentamente hasta hacerse nítida.
Nos hemos preguntado en varias reuniones ¿para qué queremos dinero? Pues para liberar tiempo de quienes participen en las películas, porque tenerlo podría acelerar procesos organizativos en torno a la creación de los films, porque barajamos la utopía de hacer de una pequeña población un gran plató vivo de cine y a veces sentimos la necesidad de avanzar más rápido.
Luego, cuando pensamos en cómo conseguirlo, nos ataca la pesadez de tener que relacionarnos con un cuerpo extraño a toda la actividad que desarrollamos, con la frialdad de quienes tienen el poder de concederlo en bucólicas migajas.
En cambio, cuando nos sumergimos en la realización, nos invade la ilusión de estar vivos con otros y otras, sentimos los lazos humanos que se forman y crecen, los aprendizajes mutuos, la estimulación del estado creativo, la alegría conjunta, la ilusión de ir alcanzando lentamente las diferentes etapas de producción.
Nos movemos, por un lado, entre la certidumbre de una indiferencia institucional y pública a la que le interesan bien poco los asuntos no mercantiles y la frescura de la respuesta social por otro. Entre la rabia por esa acritud de quienes tienen y reparten el dinero y la libertad de la gente común que toma la cámara y se embarca con nosotros en un viaje que desconoce pero que le ilusiona.
Será que estamos vivos. Que el cine que hacemos nos conflictúa. Será que el dinero nos permitiría desarrollar más los procesos pero no siempre está tan claro. Será que esos hechos que el Cine sin Autor va provocando: encontrarnos, organizarnos, conocernos, mezclarnos, querernos, politizarnos, reaccionar juntos, aún sigue sin tener precio en el mercado. Será que siguen sin convencernos las cosas como están y seguimos reaccionando, en mitad del gentío... anónimo... anónimos.

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