domingo, 17 de junio de 2012

¿Qué es un casting? Del elitismo profesional del cine a la subjetividad participada.

Un casting es el proceso por el cual se eligen personas para formar parte del elenco de una película, obra teatral, espectáculo, etc.
Digamos que es un proceso de inclusión a un equipo de trabajo donde quienes han creado una idea de obra, se plantean la elección de personas que tengan ciertas cualidades buscadas que se aproximen mejor a los perfiles de personajes que les serán útiles para sus fines creativos.
Los o las elegidos entrarán a orbitar dentro de al menos tres territorios específicos que antes no frecuentaban o ni siquiera conocían:
a) el territorio físico-escénico de los lugares donde se desarrollarán las acciones programadas, b) el territorio de relaciones humanas de ese equipo y c) el territorio imaginario de quien o quienes han diseñado el universo audiovisual que será la película (director y guionista generalmente si es que no son la misma persona)
Estas personas son las que determinan el marco imaginario de todo el trabajo. Se trata de moldear un personaje para que encarne el papel.
El tipo de relación puede ser mercantil ( a cambio de dinero), profesional solamente ( por el gusto al oficio) o por pura curiosidad de participar (si no se es profesional).

Resumiendo, podemos decir que quien pasa favorablemente un casting, también y sobre todo, entra en un sistema de relaciones humano-productivas, por un determinado lapso de tiempo. Más o menos el tiempo de materialización de la película.
Por medio de un casting se entra a conocer y a habitar la subjetividad creadora y directora de quienes tienen la propiedad de la idea y el control del proceso de película. Hay que conocer lo que el director quiere con la mayor precisión posible para encarnarlo.
Muchas veces, también, las relaciones humanas que surgen de ese tiempo de trabajo, invaden el terreno de la vida misma y da lugar a relaciones de amistad que traspasarán las fronteras del trabajo. Sabemos que no es lo habitual.
Lo cierto es que no están claras las reglas de juego. Hay directores que han sido despoticamente conductistas y tiránicos con sus actores y actrices y hay directores en los que la construcción de sus personajes se hace de manera más participada, abierta y acordada.
La propia construcción de un personaje, suele impregnarse de muchos elementos de la persona que los encarna.
Lo que parece claro es que la subjetividad determinante en todo esto es la de quien dirija y posea la propiedad sobre las decisiones del trabajo.

En la Fábrica de Cine sin Autor, llevamos ya varias semanas trabajando con Gioacchino, un italiano que a sus 84 años aceptó llevar elementos de sus vivencias a película luego de que nos lo encontráramos casualmente en la plaza Legazpi y le hiciéramos la pregunta clave: ¿si pudiera hacer una película, de qué tema iría? Lentamente ha ido desgranando su “discurso de vida”. De esas conversaciones van surgiendo escenas, personajes, situaciones.
Es para alguna de esas escenas sobre su pasado ( y que obviamente el mismo no puede interpretar hoy), que posiblemente realicemos un casting.
A lo largo de estos años hemos ido re-pensando, desactivando más bien, los procedimientos habituales del cine, para reconvertir sus operativas a la lógica de nuestra Política de la Colectividad.
Si un casting es la inclusión de personas en un sistema de relaciones productivas, cómo decíamos ¿que tipo de relación se pueden establecer en el Cine sin Autor?¿Qué tipo de casting?
En primer lugar, el motor de nuestra actividad cinematográfica no es mercantil. No nos movemos guiados por la ingeniería comercial hegemónica. Nuestros interés es sobre todo crear las condiciones para que el imaginario común, de cualquier persona, aflore, encuentre canales de representación y que la producción de ese imaginario vaya creando lazos y organización social entre quienes participen.
En segundo lugar, la subjetividad desde donde se crea el cine, es siempre una subjetividad colectiva,. En algunos casos porque trabajamos con colectivos de personas y en otros, como en este proceso, partimos de una subjetividad individual que se va haciendo común porque se comparten y colectivizan permanentemente las decisiones.
En el caso de Gioacchino, el resto de personas que lo vamos conociendo vamos haciendo nuestra la experiencia biográfica a la vez que buscamos juntos soluciones para cinematografiarla. Pero por otro lado, también se colectiviza por los propios vínculos que alrededor de él y su narrativa vamos estableciendo con personas del entorno. En el visionado del 8 de junio, Gioacchino le planteó a una joven de las presentes que por el perfil físico, podría perfectamente interpretar a su segunda mujer. Así mismo, en la grabación de la primera escena de su película, Julio, un joven cineasta que se ofreció para hacernos un largo plano secuencia en el rastro de Madrid, se ha ido involucrado en la construcción de su película. Mientras, Gioacchino nos suele acompañar a las grabaciones en el Centro de día de mayores. Es muchas veces parte de nuestro equipo.

Cuando nos planteamos entonces hacer un casting para elegir a dos personajes que la historia de Gioacchino necesita, lo pensamos más como una invitación a compartir vida y proceso fílmico que como una selección restringida a un perfil acorde a una idea preconcebida.
No se trata solo de hacer aflorar un imaginario sino de que cuando este aflore, sea de quien sea, nos permita a todos formar parte de él, recrearlo entre todos y todas, debatirlo conjuntamente, hacerlo nuestro.
Es difícil hacer emerger las historias, la memoria, la fantasía de la gente común que no está acostumbrada a la posibilidad de hacer de su imaginario una película. Pero es enormemente satisfactorio comprobar que cuando emergen, muchas veces superan en complejidad las narrativas profesionales, plantean desafíos inesperados y problemas no siempre fáciles de resolver cinematográficamente.
Un casting de Cine sin Autor sería justamente eso: una invitación a formar parte un proceso de emergencia de un imaginario en construcción, donde nada está necesariamente pre-determinado ni condicionado por una subjetividad profesional, aunque obviamente estamos siguiendo un discurso de vida concreto.
Una de las escenas que ha emergido a lo largo de las conversaciones con Gioacchino es la relación entre un niño y una religiosa en la Italia de los años 30. Una relación problemática donde el niño, que era zurdo, fue violentamente sometido por las religiosas a usar su mano derecha. Algo que se grabó en el niño como algo más que una pura corrección física.
Encontrar quien haga de niño, por ejemplo, no será solamente un asunto de moldear un personaje, también se tratará de un intercambio generacional entre el relato de un hombre mayor que lo recuerda y un niño del presente que tiene que entender aquella, para hoy, inentendible situación. Será una oportunidad de diálogo e intercambio intergeneracional bajo cámara, una grabación del intersticio preparatorio, de esa zona difusa y en construcción que tiene toda relación humana.
Quizá, la escena no esté solamente en la escena, sino también en el encuentro personal de Gioacchino y el niño que lo interprete.

Es probable que éste termine aprendiendo de la historia italiana de los años 30 y de ciertos aspectos de su educación en un colegio religioso de Sicilia. Es posible que Gioacchino conozca la forma de pensar de un niño desconocido en la España de hoy. Es posible que todos aprendamos un poco más de la complejidad de la vida y del cine que busca representarla.
Cómo siempre, no nos apartamos de lo que el Cine siempre ha hecho. Esto sucede a menudo en cualquier proceso de película. Aquí se trata, como siempre, de deselitizar el privilegio. Estamos hablando de gente de no profesional que se está embarcando en tareas precisas del cine.
Un casting siempre es la introducción a un grupo de trabajo pero no es necesario remarcar que la mayoría de los casting que conocemos están mediados por el mercantilismo o determinados casi absolutamente por la subjetividad de sus directores y propietarios. Nosotros nos vemos en la obligación de convertirlo en una invitación a un entorno de encuentros entre profesionales y gente común, un espacio indefinido a construir y habitar, un territorio abierto a la imaginación de cualquiera, al conocimiento mutuo, al encuentro creativo y productivo que nos permita “conocernos más para imaginarnos mejor”. La Fábrica de Cine sin Autor empieza a ser un poco todo esto.

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