domingo, 31 de marzo de 2013

El Star System de la gente común. Celebridad y orden social.

La semana pasada reflexionábamos sobre el nuevo sujeto productor, la nueva gente del cine que decimos, o al menos la que aparece o emerge dentro de las operativas del Cine sin Autor.
Si bien, ya es obvio que el gran flujo audiovisual del mundo lleva tiempo produciéndose fuera del sector oficial del cine, las narrativas del afuera cinematográfico son más difíciles de validar como tal. La abuela, la tía, el primo, mi amigo tal y cual, la gente común, si no tienen esa validación de “haber estudiado o estar estudiando cine”, o “ser profesional o está vinculado al sector oficial”, pues no es común que pueda decir y al mismo tiempo aceptemos sin sospecha que mi abuela o mi tía estén “haciendo una película”.
Esta semana realizamos el tercer visionado abierto en la sala B de la Cineteca de Matadero Madrid. Un momento de encuentro que se va haciendo habitual y natural para disfrutar en una buena pantalla, de los avances que van teniendo las 5 películas en marcha de la Fábrica de Cine sin Autor.
En esta cita mensual nos juntamos justo “esas otras personas de cine que estamos  haciendo películas”, más allegados y curiosos..
A medida que pasan los encuentros crece el interés mutuo entre las personas de los diferentes trabajos.


Protagonistas y a la vez directores de cada films junto a los técnicos,  presentamos en un diálogo informal el estado de cada film. El único contacto con la oficialidad del cine sería simplemente el espacio de exhibición de la Cineteca que gratamente nos abre sus puertas.
Por lo demás, nadie de los que estamos allí como de quienes trabajamos semanalmente en la Fábrica de Cine sin Autor, pertenecemos al “sector cinematográfico”. Pero a diez meses de su apertura, podemos decir que aunque precariamente y no como nos gustaría, nuestras operativas han ido creando las condiciones para la emergencia de este nuevo sujeto productor y director, esas nuevas personas del cine.
Actualmente se trata de gente concreta que en un impreciso repaso podemos contabilizar: 28 niños del colegio Legado Crespo a los que se le suma el director y las maestras que nos acompañan en cada sesión de Locura en el Colegio; casi una decena de jóvenes de  Vida fácil que suelen aumentar en número de  participantes según qué escenas o convocatoria sea; otros 4 jóvenes que van involucrando según las necesidades de rodajes a otros y otras protagonistas, amigos, cercanos o incluso desconocidos a quienes abordan como ha sido algún caso; otra decena de  vecinas y vecinos de la delirante comedia policial Mátame si Puedes que sigue despertando carcajadas en la sala y, finalmente, la familia y allegados de la conmovedora película de Gioacchino Di Blassi Más allá de la verdad.
Todas éstas personas no vinculadas a la producción cinematográfica más otros 15 del equipo técnico de Cine sin Autor, más la gente que nos asesoran con trabajo más distante,  más el equipo técnico de Intermediae Matadero Madrid que nos acoje, rondaremos las 70 o más  personas involucradas directamente en el trabajo actual de Cine sin Autor de este período 2013.
La semana pasada insistíamos en el tema de cómo retratar a “esa nueva gente del cine” que desde su imaginario, con su protagonismo y bajo su dirección común, posibilita nuestras películas.
Unas personas de cine que no son “las personas de cine” que nos acostumbramos y acostumbraron a ver.
Sabemos muy bien cómo sobre todo el trabajo periodístico e historiográfico ha ido elaborando desde los orígenes del cine y de una forma convincente, la vida de “la gente de cine”. El star system, constituyó y constituye un modelo de narrativa metacinematográfica  que originaría biografías y hechos, vida y obra de hombres,( sobre todo hombres) y algún número bastante menor de mujeres que conforman el conjunto de “las personas del Cine”. Ríos de tinta existen sobre el estrellato norteamericano de Hollywood.
Pero otras cinematografías alejadas geográficamente de este epicentro, emularon ya desde sus comienzos, y siguen haciéndolo aún, este modelo.
El cine indio, cuenta Alberto Elena, desde su primer gran centro de producción de Bombay con la Phalke Film Company creada en 1912 por el considerado padre del cine indio Dhundiraj Govind Phalke, ya generaría este tipo de mecánicas desde  la primer y exitosa película de ficción, Raja Harishchandra (El rey Harischandra). El propio Phalke hubo “de reclutar por doquier a sus improvisados actores” como fue el caso de una tal “Salunka, joven cocinera empleada de un restaurante”, que deviniendo en “la protagonista de este célebre filme mitológico...se convirtió al tiempo en la primer gran estrella del cine indio”.
La filmografía de cualquier director o directora con cierta extensión en su trayectoria y reconocimiento de la crítica, más tarde o más temprano, son motivo de biografías y estudios que vienen a reforzarlos y consolidarlos en su condición de “personas de cine”.
Construir celebridad, notoriedad, popularidad, ha sido, desde muy temprano, una de las actividades directamente vinculadas al cine, a la vez que resultado, difícil de medir, de sus trabajos sobre  la pantalla.
“Las personas (conocidas) del cine” ( fundamentalmente directores e intérpretes y más ocultamente inversores y productores), son esas sobre las que se escribe, se habla, y se mitologiza permanentemente.
Hoy día, ante la vertiginosa actividad de cinematografías al margen del cine, que en cantidad superan y desbordan la cinematografía oficial, la notoriedad que pueden alcanzar las personas en la pantalla, también parece sufrir  un acelerado proceso de democratización. Hacerse conocido por una película o un vídeo, ya no es un asunto exclusivo del cine o la televisión.
Internet es una imprevisible máquina de posibles celebridades, si remitimos esa celebridad al criterio cuantitativo de audiencias, seguidores, fans o público.
 Nos acostumbramos a la presencia de personas que conviven con nosotros a través de las redes sociales a las que conocemos a través de su propia actividad de autodifusión o de la propagación colectiva.
Un entorno de producción como el de Cine sin Autor, que aún se desenvuelve fundamentalmente en el terreno presencial y apenas en el virtual, es potencialmente un laboratorio de “nueva popularidad”.
Si las películas y documentos fílmicos en general lograran mínimos de circulación y exhibición por los medios que sean, parece indudable que la gente de éste cine, aunque sea en círculos cercanos más locales, aumentarían su popularidad, aunque sea de 20 conocidos a 40 pero la aumentarían, obviamente. Nos gustaría tener la capacidad de crear alrededor de ellos y ellas relatos periodísticos e historiográficos que pudieran aportar más datos. El denominador común de estas personas sería la de vivir a través de la experiencia de Cine sin Autor menores o mayores en sus vidas.
Pero a veces en conversaciones aparece pronto una idea de que con el tiempo podríamos llegar a hablar de un “nuevo star system popular” que pudiera desplazar el interés por el  “star system” habitual del cine y la televisión. Pero quizá pueda ser una idea poco afortunada. Hay que tener en cuenta que este modelo de celebridad responde no solo a sus orígenes en una operativa del negocio espectacular sino también a un claro funcionamiento social de diferenciación de clases sociales. Las celebridades son resultado de la exaltación de personas que a la clase dominante minoritaria le es funcional por diversas razones. Tema complejo que hoy no queremos abordar.
Lo importante, realmente, es que un cine concebido como entorno de producción de imaginario social a través de películas, debe permitir un tipo de popularidad cuyo valor sea el conocimiento mutuo y la experiencia del poder del hacer común. Hacer y responsabilidad común fuente de toda forma y estética cinematográfica. La tarea de crear, protagonizar, dirigir, gestionar las películas debe instalarse y desarrollarse en la gente como actividad que aporta valores y vivencias también nuevas y dignificantes.
El cine debe ser un aporte específico y diferente en el concierto general de una sociedad que busca organizarse y accionar colectivamente. Debe sumar sus métodos a la red de poder democrático que quiere atender necesidades comunes e intereses mayoritarios.  La coyuntura actual española desde donde escribimos, se está teniendo que organizar con urgencia para defenderse del homicidio social de sus “grupos minoritarios de dominación”. La gente del cine y sus celebridades no son más que un reflejo y prototipo de los intereses de esas clases minoritarias.
Estructuralmente, el sector del cine baila al son del poder con escasas y excepcionales disidencias. Un sistema de estrellas  populares de cine, en todo caso, debería generar un estado general donde el producir y protagonizar  una película no siga los patrones de esa gente del cine: notoriedad individualista, hedonista, rentable, egoísta, superficialmente excéntrica, estúpidamente glamourosa en gran parte de los casos. Salir en una película y ser reconocido por ello, debería fomentar el orgullo por ser capaces de abrirse y organizarse en común para crear y trabajar las representaciones del cine.
 El anonimato en la acción social no es una escondite de irresponsables que se ocultan en acciones colectivas. O al menos no debería serlo. Más bien debería ser la acción organizada de grupos de personas que se conocen,  se re-conocen entre sí y se responsabilizan como individuos de sus acciones,  afirmados en el sentido que da lo común.
El cine, supone generalmente una visibilización contraria a el anonimato. Un film siempre supone asumir un tipo de protagonismo, de exposición, de exhibición que rompe de lleno ese estado de “ser un desconocido” de la sociedad, o de ser solamente conocido para sus próximos.
La celebridad en un sistema de estrellas populares,  debería estar más cercana al orgullo por salir del ocultamiento de la vida diaria, de quebrar la soledad individual con el fin de arriesgarse a imaginar, representar y dirigir en común el espacio vacío de una pantalla.
La celebridad de la gente de cine, en nuestro caso, debería alejarnos de ese prototipo de estrella solitaria, fulgurante, individualista, surgida del reflejo en el espejo mercantil del pasado del cine,  suspendida en ese limbo de la notoriedad que alimenta la eterna y disimulada confrontación de clases. Una notoriedad fílmica de la gente corriente debe fortalecernos en el entrenamiento de nuestra imaginación, en el protagonismo de la continua puesta en escena del vivir, en una más digna dirección de ese film siempre inacabado y complejo que es nuestra vida.

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