domingo, 28 de abril de 2013

La fuerza interpretativa del nuevo sujeto escénico en los ecos de Robert Bresson.


En el último visionado de éste miércoles que realizamos en la Cineteca de Matadero Madrid,  notamos ya cierto acostumbramiento a ver a niños, jóvenes y adultos del barrio, protagonizando, co-dirigiendo y guionizando sus propios films.
Una de las cosas que se resaltó el miércoles pasado en los comentarios es la fuerza interpretativa de la gente.
No habría novedad cinematográfica si tenemos en cuenta que  el cine siempre ha ido involucrando a personas no profesionales de la actuación desde sus mismísimos orígenes.
Pero es verdad que llama poderosamente la atención la fuerza interpretativa que están pudiendo sacar en nuestras películas. Demuestra simplemente que en con unas mínimas pautas de desarrollo escénico y narrativo a su favor y  dejados en la  libertad de simplemente vivir bajo cámara los hechos que se proponen, imprimen un particular grado de autenticidad y en muy diferentes registros.
Si a eso agregamos que también la narrativa general, el guión y gran parte de las ideas de dirección de dichas escenas, están concebidas también por la gente común, la reflexión se hace más intensa porque confirma que si los técnicos trabajan al servicio de la gente  y ceden su control, la interpretación cinematográfica puede enriqucerse notablemente.
Hemos hablado hace poco del nuevo sujeto productor, aquel que en sesiones de debate se le ve tomando decisiones sobre el contenido de las escenas, de la película y al que una cámara de Cine sin Autor suele y debe retratarle como ese  nuevo sujeto guionista que piensa, imagina y planifica un imaginario cinematográfico.
Pero luego, cuando vemos en la sala el poder interpretativo  el amplio mosaico de registros en escena, de estas personas o de otras que son dirigidas por ellas y vemos las reacciones que generan en el público,  se confirma que el cine puede ser ocupado interpretativamente por la gente común y que puede llegar a hacerlo francamente bien.
Pero siempre es bueno recalcar que esa fuerza interpretativa no proviene de un entrenamiento como actores y actrices y que éstas personas tampoco deben ser concebidos como tales. 
Un actor o una actriz  es aquel que ha aprendido y desarrollado  unas determinadas técnicas que, justamente, son las que les permiten desempeñar esos diferentes registros y a los que podemos encontrar en distintas películas “encarnando” personajes variados.
Encarnar, poner en su propia carne, ofrecer mediante su cuerpo y sus dotes diferentes perfiles de “personajes en la pantalla”, re-presentar,  o simplemente presentar otras vidas es lo que hace un profesional de la actuación.
Las personas comunes en cambio, esos nuevos sujetos escénicos, al menos en la metodología de Cine sin Autor,  aparecen en una escena que previamente han debatido y decidido interpretar ellos y ellas mismas y lo hacen sin las herramientas propias del oficio dramático. 
Se trata de una interpretación ubicada en una zona fronteriza  en que sin dejar de ser las personas que son en la vida diaria y en mitad de una puesta en situación, improvisan las diferentes acciones y diálogos. Se trata de otro tipo de intérpretes.
Pero no todo es puro y acertado espontaneismo. El reducido tiempo que suele haber en la agenda de las personas comunes, el hecho de que además, se suele grabar en lugares que no permiten flexibilidad dadas sus actividades como puede ser el colegio (que solo dispone de hora y media de clase), un bar donde trabaja una de las protagonistas de vida fácil, la casa de alguien que solo  puede dejarse  invadir por un rodaje una tarde,  un rincón de Matadero del que solo disponemos unas horas sumados a las dificultades de agenda  de los amigos y allegados que interpretarán algún papel,  hacen que las decisiones tengan que tomarse a velocidad de vértigo ya que es el Cine el que se adapta a la circunstancia social  y no al revés. 
Es en ese contexto en el que  la interpretación debe surgir sin preparación personal alguna. Pero es también en esa tensión urgente en la que aparece una cierta y específica naturalidad que elimina gran parte de la artificiosidad que muchas veces encontramos en la profesión. 
Las combinación de una cámara que graba las escenas planificadas (cuando se puede) con otras de cámara directa cuando el tiempo apremia, permiten obtener el material.
Luego, en el montaje, es donde el equipo técnico extrae los momentos donde se alcanza más precisión interpretativa según las ideas que el grupo se había planteado plasmar. Cuando se somete otra vez a debate dicho montaje, es cuando se valora el trabajo realizado a nivel escénico. 
La posibilidad de ver a veces los brutos y otras veces el material apenas montado, va provocando una progresiva apropiación del modo interpretativo por parte de la gente, ya que es en la pantalla donde pueden ver la relación que hay entre lo que interpretan, cómo lo interpretan y lo que se puede alcanzar en el montaje de las imágenes.
Sabemos que en el terreno documental, el cine siempre ha estado habitado por personas comunes, que la cámara, en diferentes tipos de registro, captura. Y sabemos que no deja de haber un control por parte de quien dirige dicho documental. Esto no es malo ni bueno, sino simplemente una política diferente anclada en un autor o equipo y por tanto menos democrática, ya que la autoridad y la propiedad de las decisiones sobre el imaginario a expresar están en los profesionales.
Sabemos que en el terreno de la ficción planificada, la persona común entra en la órbita del cine, también bajo la estricta tutela del imaginario director y que recibirá del equipo profesional  las pautas precisas de lo que debe hacer y de cómo hacerlo.
Pero en nuestra práctica debemos buscar un camino, unas prácticas y unos conceptos propios y específicos para cada situación humana.
Cada sesión con cada grupo parece suponer desafíos que no se resuelven de manera idéntica, ni siquiera a la sesión anterior de ese mismo grupo. 
Bien podríamos hacernos eco de algunas de aquellas Notas sobre el cinematógrafo que el director francés Robert Bresson dejara como camino particular:
Crear no es deformar o intentar personas y cosas. Es establecer  entre personas y cosas que existen, y tal como existen, relaciones nuevas...
Rodaje. Situarse en un estado de ignorancia y de curiosidad intensas, y a pesar de ello ver las cosas antes.
El Cine bebe de un fondo común. El cinematógrafo realiza un viaje de descubrimiento en un planeta desconocido.
Rodar de improviso, con modelos desconocidos, en lugares imprevistos capaces de mantenerme en un tenso estado de alerta.
Atrapar instantes. Espontaneidad, frescura.
Cada camino, si pretende ser auténtico, debe encontrar sus propia profesionalidad, es decir, su propia precisión, sus propios caminos de veracidad, su propia eficacia. Bresson no hablaba de Cine sino de Cinematógrafo, complejo término, y no hablaba de actores, hablaba y operaba con lo que llamaba Modelos cuando decía:
Nada de actores
(Nada de dirección de actores)
Nada de personajes
(Nada de estudio de personajes)
Nada de puesta en escena.
Sino el empleo de modelos, tomados de la vida.
SER (modelos) en lugar de PARECER (actores)
Huellas, las de Bresson, de una búsqueda muy particular, que nos inspira más que nada porque nos aboca aún más a nuestra específica búsqueda de un cine verdaderamente democratizado, donde cada pieza del gran puzzle cinematográfico debe ser reinventado.
En el espacio escénico hablamos de un nuevo sujeto de interpretación, la persona común, a la  que habrá que ir conociendo a través de diferentes experiencias.
Y un catálogo de sugerencias, aunque las traigamos a nuestro terreno puede ser esas que Bresson enunciaba, porque nuestro camino pasa por “establecer entre personas y cosas que existen, y tal como existen, relaciones nuevas...” relaciones cinematográficas.... situándonos “en un estado de ignorancia y de curiosidad intensas...”  en cada encuentro, en cada sesión de trabajo... Porque nuestros rodajes son siempre un sitio de azahares, de imprevistos, de descubrimientos, de infortunios, de errores de la vida que pueden ser aciertos de cine, de incertidumbres e inseguridades, de conexiones y maravillas... Porque  tomamos “el cine como un viaje de descubrimiento en un planeta desconocido...” , el planeta del imaginario de la gente común... Porque rodamos “de improviso, con modelos desconocidos”, que no siendo los de Bresson, sí se nos presentan como nuevos sujetos de la interpretación. Porque rodamos “en lugares imprevistos”  e intentando ser “capaces de mantenernos en un tenso estado de alerta”... para poder capturar, de vez en cuando, los innumerables destellos de la vida, tan frágil por momentos, tan cruda muchas veces, tan inabordable siempre.

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